audiovisualidad musical
Han sido muy interesantes los diálogos con estudiantes y amigos sobre la música como un fenómeno audiovisual.
La era del ojo - todo entra por los ojos - a la que nos han acostumbrado - quien? los medios? la cultura occidental? -, no nos permite vivir experiencias sin asociaciones visuales, y de darse esto, son experiencias extra-ordinarias (del orden de las alucinaciones); ya lo decía un viejo amigo en su estética de la existencia (Márquez M, 2006).
Muchas son las miradas que se dan al respecto y que permiten un diálogo rico y complejo.
No se trata únicamente de poner un video en un concierto, ni siquiera de un espectáculo de luces, se trata de una postura del que está parado en frente: los auditorios fueron diseñados para mirar "hacia adelante" para ver algo, para dirigir la mirada hacia un sector, esto hace que en los conciertos la gente mire lo que hace el músico.
Así que el músico, además de ser escuchado (ojala), se convierte en un objeto a mirar, sus formas, sus movimientos, sus gestos -sin contar que interesa su quehacer, sus matrimonios y hasta su muerte-. Siempre existieron múltiples propuestas en donde se trata al sujeto de forma diferente, no como el eje del espectáculo, tal vez como un participante más, o como parte del público. De ahí por ejemplo las tendencias acusmáticas en donde se privilegia el sonido por encima de todo - se evita cualquier referente visual, incluyendo al intérprete (si lo hay) - y uno asiste a un audi-torio a escuchar y no a ver - o por lo menos esto es evitado apagando las luces, por ejemplo (Volveremos al anonimato como lo plantea Eco?) -. Cuando ocurren este tipo de cosas, el publico en general parece confundido, parece abrumado por el abstracto lenguaje musical, son pocos los que permiten el libre flujo de sonidos musicales sin más.
Sin embargo, pensemos qué hubiera sido de Kiss sin su maquillaje y sus extravagancias, qué hubiese sido de kraftwerk sin su imagen-robótica, qué hubiese sido de Elvis Presley sin su peinado y sus posturas, qué sería de Shakira sin su danza árabe y sus caderas...
Es cierto, estos ejemplos se reducen al mundo del espectáculo, pero no podemos omitir que el público (diferentes públicos?) no solo espera buena música, sino que también espera ver un buen show cuando se dirige a un concierto, de que manera diferenciamos la experiencia de escuchar música en la casa, o de asistir a un auditorio?
Hasta que punto debemos ser unos "payasos" en el escenario para que eso "enriquezca" nuestra actividad musical?
Se sugieren miradas pero no conclusiones, mis afectos están cercanos a la propuesta de P. Schaeffer: "el oído es la vista de dentro..." pero se necesitan enriquecer estas líneas, esperando aportes o lecturas... queda abierta la construcción... audiovisual.
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