Sobre el vegetarianismo (Andrés Ospina)
Habituados desde siempre al consumo inveterado de productos cárnicos –bofe, panza, pelanga, gelatina de pata pepitoria y demás–, hemos caído, de plano, en la prejuiciosa posición de concebir a quien no corresponda a los estándares alimentarios del llamado hombre promedio, como una especie de paria gastronómico.
Basta con ver las caras de horror de la mayoría de meseros y empleados de restaurantes corrientes de comidas rápidas al inquirirles sobre la factibilidad de la elaboración de alguna receta basada en vegetales. En la dolorosamente mayor parte de los casos sus ojos dormidos se 'resetean' ante cualquier solicitud de esa clase, y su negativa a realizar cualquier tipo de permutaciones en las que se canjeen los filetes por lentejas, y el tocino por brócoli, es parte del menú diario. La mayoría suele ofrecer pescado, como si éste creciera en los árboles.
Luego, tras toda suerte de aburridas explicaciones, entre ellas esa de que los habitantes del agua no caben en una dieta vegetariana que merezca ser denominada como tal, y de que hay más que espinacas y ruibarbo en la dieta del vegetariano, a veces no queda más que desistir.
Tal vez gran parte de la responsabilidad para tan ligeros análisis corresponda a los mismísimos restaurantes vegetarianos. No hay nada más desalentador para quien desee bucear en las honduras del vegetarianismo que toda la suerte de catálogos y libracos de baratas ediciones sobre autosuperación, Feng Shui, astrología y demás ciencias esotéricas ubicadas justo al entrar a casi todos los restaurantes de este tipo. Hasta la peor de las hambrunas se vería contrarrestada con sólo dar una mirada a tan poco apetecibles vitrinas. Decir vegetariano no es decir faquir.
De hecho, y como queda claro, por ejemplo en el recientemente publicado Cocina vegetariana con Sandra y Consuelo (Vergara Grupo Zeta 21005), obra maestra de la bibliografía vegetariana –con el acertado aporte de expertos nutricionistas y médicos especialistas– la naturaleza nos ofrece tal variedad de legumbres, cereales, hortalizas y vegetales, como para no extrañar ni por un instante el sabor de la carne, y para considerar la posibilidad de vivir una vida algo más saludable compasiva con nuestros amigos animales. En una excelente edición Sandra Bedoya y Consuelo Figueroa, derrumban mediante 500 recetas, la absurda idea de que la vida del vegetariano es propia de extraterrestres, y que no hay en el corriente supermercado insumo alguno para sus 'extraños hábitos'.
Pero como no hay nada más aburrido que el vegetariano recriminador y proselitista a ultranza, y como de hablar se trata, me permitiré la posibilidad de responder a algunas de las más socorridas preguntas que como vegetariano suelo tolerar con resignación estoica día tras día. Así, tal vez, la próxima vez que se encuentre con un vegetariano podrá usted verle como un buen amigo, y un sociable compañero de manteles
Las 10 mentiras verdes
1 ¿Y entonces usted qué come? ¿Lechuga todo el día?
No. Hay una cantidad enorme de posibles platos y combinaciones de muy diversa especie. Pensemos por ejemplo en unos champiñones stroganoff, en una crepe de hierbas con espárragos y jamón de vegetales, unos rollos primavera, o una buena arepa de maíz tierno. Y no todas ellas contienen lechuga.
2 ¿Y es que usted cree que las matas no sufren cuando las arrancan para cocinarlas?
No. No lo creo. Es una verdad científica el que los animales están en un nivel distinto al de las plantas en la escala evolutiva y que éstas –a su vez– no disponen de un sistema nervioso central que les permita distinguir el dolor.
3 Desde la lógica evolucionista el hombre es una criatura carnívora.
Mentira. Charles Darwin, evolucionista consumado y vegetariano se pronunció, en el sentido de que "la alimentación normal del hombre es vegetal como la de los antropomorfos y monos, y, que sus colmillos, menos desarrollados que los de éstos, no están destinados a competir con las fieras ni animales carnívoros".
4 Como sé que usted es vegetariano le hice sándwich de atún. Yo también he sido vegetariano por épocas, y sólo como carnes blancas.
Esa no es una comida vegetariana. Si nos remitimos al rigor del término el Diccionario de
5 ¿Y cuando hay un asado usted qué come?
Mazorca, guacamole, papas, platano o yuca. Las opciones no son tan pocas si se es inventivo.
6 ¿No es la comida vegetariana demasiado insípida?
De ninguna manera. O pruebe usted un ceviche de vegetales o de mango, un falafel de caraotas negras, unas buenas enchiladas vegetarianas con chipotles incluidos o las crepes con salsa de manzana.
7 ¿Son todos los vegetarianos aburridos y complicados?
No todos. Los ha habido atléticos como el buen Bruce Lee o Martina Navratilova, talentosos y díscolos como Paul McCartney, Kurt Cobain y Franz Kafka, geniales como Einstein o DaVinci. Con ello no quiero decir que todo vegetariano vaya a convertirse en un George Bernard Shaw, o en una Cameron Diaz o Lisa Simpson. Pero a todos los anteriores podría espetárseles cualquier insulto, salvo el de aburridos.
8 ¡Uyyy! Yo no sé cómo hace usted para vivir sin carne. Yo no podría.
Yo sí. Y muchos millones de vegetarianos también, viven, al parecer más que bastante bien.
9 ¡No sabe de lo que se pierde!
En la dolorosamente mayoría de los casos, los vegetarianos han llegado a serlo tras años de devoción irrestricta a la carne.
10 Sopa sin carne no sabe a nada.
Tal vez no conozca usted de la sustancia procedente de productos elaborados a base de vegetales como el Caldo Rico de Nestlé. El ajo, tomillo y laurel también funcionan.
11 Los vegetarianos suelen ser enjutos y flacuchentos.
No hay ninguna razón para pensar que el vegetariano, por el simple e inocente hecho de serlo, tenga por qué ser más delgado, o disponer de una condición física menos favorable que la de sus compañeros carnívoros. Una dieta vegetariana, llevada en forma correcta debe proporcionar la misma cantidad de nutrientes necesarios para una adecuada calidad de vida, sin mayores traumatismos. También hay, y conozco muchos, vegetarianos obesos
*Andrés Ospina es codirector y cofundador de
7 Comments:
Dos cosas, don FAO:
Una cosa: lo del dolor de las plantas sí es cierto. Que no sean como nosotros, no quiere decir que no sientan. Las plantas no son inferiores en la escala evolutiva. Son literalmente una rama paralela. Y así fueran inferiores, no se justifica el sufrimiento porque no sean nuestras primas hermanas. Eso es lo mismo que decía fray bartolomé de los negros, que como no tenían alma, casquémosles. El sufrimiento es parte de la vida y usted decide si lo padece o lo goza. Lea lo que dicen que decía Buda al respecto.
Otra cosa cosa: El famoso caldo Rico es polvo de verduras con glutamato monosódico que es más dañino para el sistema nervioso que un asado con bofe, jeta y chuhchullo (más conocidas como 'la trilogía del mal).
Creo que para sentir dolor hay que tener sistema nervioso, entonces las plantas no sufren en ese sentido. Menos, angustia, depresión, soledad. Un ser evolucionado puede decidir si padece o goza el sufrimiento, pero los animales no pueden tomar esa decisión, tampoco los niños, y en general la mayoría de las personas. El sufrimiento hay que tratar de reducirlo lo más posible. Inflingirlo a los animales gratuitamente nos degrada como humanos.
Pero, olvidarse de los problemas sociales, es decir, de los padecimientos humanos, y ocuparse sólo de los dolores animales, me parece incongruente.
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Horacio: a mí también me parecería incongruente e injusto; pero creo que cuando el sufrimiento ajeno te mueve a la compasión no excluyes el humano ni el animal sino que ves gran parte del de unos y otros tiene origen en la mismas carencias y excesos nuestros: ignoracia, debilidad, necesidad, dolor, miedo, subdesarrollo emocional, impotencia y mil limitaciones más. Y encuentro imposible lograr que nuestra especie armonice su propia convivencia en un proceso que no promueva y extienda el respeto hacia la Vida en general de modo universal, porque somos parte de ella. Mantener la idea de "Yo y los míos somos quienes están vivos y necesitan; lo de enfrente sólo se lo cree y no es importante" produce lo que ya conocemos: conflicto y sufrimiento que unas veces les afecta a ellos y otras a nosotros. Personalmente me niego a hacer elecciones entre la defensa de la infancia y la protección a los ancianos o entre la libertad de expresión y los derechos de los animales. No creo que haya que dividir sino sumar porque las bases del respeto han de ser tan amplias como sea posible, aunque sólo sea por propio interés.
Hola!
A parte de que las plantas no tienen sistema nervioso alguno que les haga sentir dolo...,
pensar y recordar que es el dolor?
Sentir dolor es lo que nos salva la vida porque nos hace apartar la mano del fuego que quema, de afilados cuchillos que cortan, de salientes donde un golpe podría herirnos... sería ilógico darle la sensación de dolor a las plantas que no pueden moverse ni evitarlo.
El dolor tiene una importante función, y es la de la supervivencia.
Estudiando un poco sobre el funcionamiento del dolor y las plantas verán que estas es imposible que lo tengan.
Y para finalizar, una frase que leí y me gustó mucho: "No es una tontería decir que las plantas tengan derechos, sino decir que las plantas tienen derechos mientras pisoteas los derechos fundamentales de humanos y animales (no humanos).
Saludos!!!!
y seguimos menospreciando a los animales.
Una lástima tanto especismo.
A mí me encantó en blog, y me pareces muy congruente.
Oh, y si, Sr. Daniel Prieto, las plantas si sufren, pero el dolor es instantáneo por que no cuentan con un sistema nervioso desarrollado como los animales.
Es cruel, de eso depende la vida, de comernos a otros.
Pero una vez razonado eso, deberíamos esforzarnos por causar el menor dolor posible.
-Anaí
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